Introducción

Las galletas rizadas o galletas de carretín son un dulce tradicional de la repostería española de textura muy fina muy arraigado dentro de la tradición culinaria y repostera de Extremadura, está íntimamente ligado a la matanza extremeña ya que uno de sus ingredientes esenciales es la manteca. Su forma es rectangular, de unos 8 a 10 cm de longitud y unos 2-3 cm de altura, y con relieves triangulares longitudinales en la cara superior. Su color es entre dorado y tostado, según el tiempo de cocción que se les haya dado. Los ingredientes necesarios para su elaboración son: harina, huevos, azúcar, leche, manteca de cerdo, bicarbonato sódico, y, opcionalmente, ralladura de limón o esencia de vainilla, para aromatizar.

Territorio de producción

ORIGEN

Indígena.

DIFUSIÓN EN EL TERRITORIO

Es un producto tradicionalmente elaborado en gran parte de Extremadura, especialmente en el ámbito rural.

ÁMBITO PAISAJÍSTICO

Indiferente..

PARTICULARIDADES DEL ECOSISTEMA

No hay un ecosistema, por tanto, específico para este producto, ya que su producción generalmente se ha vinculado al ámbito doméstico, y hay una gran variabilidad a este respecto dentro de la región: desde municipios insertados en las dehesas, hasta de zonas de estepa, grandes vegas de regadío, o zonas de montaña. Climatológicamente, Extremadura pertenece al tipo mediterráneo continental, con inviernos frescos y normalmente húmedos y con veranos cálidos y secos. En el paisaje extremeño destacan dos ríos principales: el Tajo y el Guadiana, que la atraviesan de este a oeste. En cuanto a cadenas montañosas, las sierras del Sistema Central la limitan por el norte, Sierra Morena por el sur, y luego existen una serie de sierras medias que salpican la geografía de las dos provincias de este a oeste, como estribaciones de los Montes de Toledo, entre las cuales destacan Las Villuercas y la Sierra de San Pedro.

CAPACIDAD PRODUCTIVA

La producción más tradicional de la galleta rizada ha sido de escala doméstica y familiar. Actualmente, como sucede con otros muchos alimentos, la elaboración familiar ha venido a menos. Este fenómeno se debe tanto al escaso relevo generacional en cuanto a los conocimientos sobre la técnica de elaboración, como al declive de la tradicional matanza. Por otro lado, hace unas décadas, la oferta en el mercado de variedad de dulces era escasa y las familias, como parte de su economía, elaboraban cantidades variables dependiendo del momento del año con el fin de evitar gastos. Hoy en día existen fábricas de dulces y/o panaderías que las elaboran y comercializan.

Relación con la comunidad

CÓMO SE PRODUCE

Para su elaboración, en primer lugar, se baten los huevos y el azúcar hasta que blanqueen, y se añade la leche y la ralladura de limón o esencia de vainilla, en caso de llevar. Se echa el el bicarbonato y se añade la manteca derretida a temperatura ambiente, mezclándolo todo bien. Se va añadiendo la harina tamizada poco a poco, mientras se sigue mezclando la masa hasta quedar ligera pero no blanda, que no se pegue a los dedos. Desde ese momento, se queda reposando al menos durante 30 minutos, a temperatura ambiente y tapada con un trapo.

Una vez que la masa ya está lista, se mete en una máquina manual que, con ayuda de una manivela, va sacando una tira de masa con la forma de las galletas, que deben ser cortadas según el tamaño deseado (lo más común, de 8 a 10 cm). Se trata de la misma máquina que se ha utilizado tradicionalmente para llenar los embutidos de la matanza, sólo que se le incorpora una pieza casera de aluminio con relieves triangulares que marcan la forma de la galleta.

Antiguamente se llevaban a hornear al obrador comunitario o a la panadería local. Actualmente, en los hornos domésticos, se cuecen a 180o durante de 15 a 20 minutos dependiendo del gusto de los comensales respecto al grado de tostado.

Una vez horneadas, se guardan usualmente en cajas de metal o de madera, para mejorar su conservación.
La manteca sigue siendo en muchos casos de producción propia, procedente de la matanza y que se conserva en tinajas de barro destinadas especialmente a tal fin. Sin embargo, no existe ya harina de producción local ni regional, ni azúcar, y deben ser adquiridas a terceros.

USOS GASTRONÓMICOS, CONSERVACIÓN Y CONSUMO

Las galletas rizadas o de carretín son un dulce tradicional vinculadas especialmente a las meriendas por la tarde o al café de sobremesa, aunque también se consumen en la mañana como desayuno ya que se trata de un dulce muy versátil. Se trata de un dulce que se mantiene durante mucho tiempo en unas condiciones organolépticas inmejorables, especialmente si se guardan en las típicas cajas de metal o de madera que aún se conservan en algunas de las casas que todavía las elaboran. Si no ha sido excesiva la intensidad y la duración del horneado, se conservan tiernas durante más tiempo, manteniendo un color más blanco y llegando a consumirse acompañadas de un licor.

Cuando, pasado mucho tiempo, se endurecen un poco, se consumen migadas en leche o café, según los gustos.
La distribución de este dulce se limita a la que realizan los obradores (panaderías y/o pastelerías) que aún lo siguen elaborando. En este caso y dependiendo del tamaño y fuerza en el mercado de cada obrador, se distribuye de manera local o incluso regional. En cuanto a la elaboración a nivel familiar, merece mención la tradición de, cuando se elaboran de manera comunitaria, repartir las galletas resultantes entre quienes han participado en su elaboración.

En cuanto a su consumo, cabe insistir en que es muy popular, abarcando a toda Extremadura, aunque entre una media de población de edad avanzada.

HISTORIA Y EVOLUCIÓN DEL PRODUCTO

El origen de las galletas se remonta a los primeros tiempos de la humanidad; tanto el pan como la galleta son productos de un mismo alumbramiento.
Ya durante la Edad Media, la torta-galleta (un pan duro y crujiente aplastado, con forma de torta) tuvo un consumo constante en los ejércitos moros y cristianos. Existen referencias históricas que dicen que «las naves de Cristóbal Colón partieron del Puerto de Palos, cargadas de hombres, armas, pellejos de vino y cántaros de agua envueltos en piel, tocino y barriles de galletas duras y quebradizas». De hecho, también durante los S. XVI y XVII, «la galleta» ocupó un lugar preferente en las bodegas de los barcos, y navíos de vela, y su uso como sustituto del pan se generaliza en expediciones, travesías largas y en tiempos de guerra, por su fácil conservación.

Desde entonces hasta hoy, la galleta ha evolucionado dotándola de distintos sabores e incluso texturas. Sin embargo, la galleta rizada o de carretín se ha mantenido intacta; la receta se mantiene a lo largo de los años y por lo tanto sus cualidades organolépticas también. Sin embargo, el paso de elaboración casera u obradores artesanales, a la elaboración más industrial ha provocado que, en ocasiones, este producto haya visto modificadas sus cualidades buscando maximizar su rentabilidad en el mercado.

TRADICIONES Y PATRIMONIO MATERIAL

Tradicionalmente se han elaborado para consumirlas durante las fiestas patronales de cada localidad. Sin embargo, al tratarse de un dulce versátil, se llegaban a elaborar a lo largo de todo el año, y cuando se terminaban, se volvían a hacer. Hace no mucho tiempo, la oferta de dulces no era tan variada ni extensa como lo es hoy en día, la industria alimenticia no estaba tan presente en nuestro consumo habitual, por lo que se elaboraban frecuentemente para tener variedad de alimentos disponibles a nivel familiar.

Hasta hace no muchos años, la elaboración de las galletas se hacía en las casas de forma comunitaria, junto con el vecindario o familiares cercanos, y se llevaban a cocer en el horno del obrador de la panadería local. En este caso, las galletas se llevaban en unas latas rectangulares de un metro de longitud y unos 70 cm de ancho, marcadas con las iniciales de la familia que las llevaba para que no se confundieran con otras. Estas latas iban perfectamente colocadas en unas estanterías hechas para tal fin. En algunos casos, el obrador cobraba una pequeña cuota por hornearlas, sin embargo, en la mayoría de los casos no había coste alguno, sólo se rentabilizaba al máximo el calor del horno del obrador.

Uno de los patrimonios materiales más importantes relacionados con este alimento, es la máquina que otorga la peculiar forma de este dulce. Como ya se ha comentado, se trata de la misma máquina utilizada para elaborar los embutidos de la matanza, a la que se añade un aplique hecho a medida y por encargo al herrero de la localidad o de la localidad más cercana.

RIESGO DE DESAPARICIÓN

Este producto ha tenido mucho éxito y se consume y produce durante todo el año. No está en peligro de desaparecer a pesar de ser un dulce muy antiguo y que se esté dejando de fabricar paulatinamente en las casas porque ya no hay relevo generacional. Aun así, hay muchas fábricas de dulces (desde pequeños obradores artesanales hasta industrias de mayor tamaño) que la hacen y venden con normalidad.